Es Martes 8 de Diciembre del 2009, aproximadamente 3.00 pm.
Mi mamá, papá, mi hermana y yo la mayor. Juntos en un mercado popular, de esos donde se ven a la gente de los asentamientos humanos que suelen amontonarse para ver a algún cómico, mimo o dibujante, que les llamara la atención. Ambulantes por doquier, tendiendo sobre un plástico en el piso y ofreciendo lo bueno, bonito y barato. Gritando ofertas, remates, 2x1, entre otras. Que ¿Qué estábamos haciendo ahí? Pues, comprando pantalones polares para el frío intenso a s/.10.00, al igual que casacas, medias del clásico material, una zapatilla a s/. 20.00 y entre otras cosas más. Todo eso para mi madre.
El ambiente entre los cuatro no era la de una tradicional familia cuando se va de compras. Mi hermana sujetada muy fuerte del brazo derecho de mi mamá y con los ojos de querer llorar, esos que con solo basta un abrir y cerrar de las pupilas, cae todas las lágrimas. Mi padre del brazo izquierdo mostrando un rostro de melancolía, las arrugas fruncidas suavemente entre las cejas, y yo al costado de él, mirando al frente, sin rumbo y mis ojos simulaba seriedad.
Nuestros rostros reflejaban el vaticinio de algo fortuito, y no era para más, pues hace una semana habíamos recibido la llamada de un familiar desde Huancayo, mi mamá dijo que la voz se escuchaba y sentía segura, pero a la vez convenenciera.
Quien le había llamado era su prima hermana, que le propuso viajar a Italia con sus documentos “ilegal”, ya que ella había estado por tres años consecutivos allá y no se acostumbraba, por eso en sus vacaciones se vino al Perú para estar con su familia y de paso a casarse. Entonces ella ya no querría regresar nunca más a ese país, por eso le brindo esa oportunidad. Lo único que tenía que hacer era cambiarse el “look”, aprender un poco de italiano para cuando llegue al aeropuerto de ese país y darle a cambio unos miles de euros. En ese momento me pregunté ¿Cuántas personas harán lo mismo por su familia? Y lo que me enteré fue que solo hasta el mes de febrero 228,810 peruanos viajaron al exterior; en el rango de edad de 30 a 39 años. Mi madre sería ser parte de esa lista.
La gran mayoría de personas se retira del país trabajar y mi mamá iría también para lo mismo. Mis padres aceptaron, ya que la situación económica en mi casa no era o es tan digna. No contamos con agua y desagüe, electrodomésticos indispensables como, refrigeradora, licuadora y plancha. Mi hermana le faltaba solo un año para terminar la secundaria y seguir con los estudios superiores. Y yo, seguir con lo de la universidad.
La tía nos dio recomendaciones como: allá hace mucho frío, por ende cómprate ropa de invierno, tienes que hacerte exámenes médicos, porque los italianos son muy especiales en eso, solo tendrás que llevar ciertos kilos en las maletas y que estaría otra prima allá en la ciudad de Roma, quien tiene ya un departamento y que ahí era donde se alojaría mientras consiga un trabajo.
Terminó la llamada y se quedo en silencio, solo atinó a abrazar a mi papá muy fuerte y ambos empezaron a llorar. Mi hermana se unió a ellos. Por mi parte me fui al cuarto y empecé a llorar desconsoladamente.
Aquella última semana que la tendría conmigo, paso “volando” y recién aprovechábamos el tiempo para llegar más temprano a casa, dejar un día de trabajar para estar en su compañía y escuchar sus frases célebres como “hija te he dicho miles de veces que eso no lo pongas ahí” o también “no cambies de radio pues mi negrita, estoy escuchando canciones del recuerdo”. Sin embargo, por momentos sentía algo dentro en mí que me tenía con la idea de que se iría a un viaje por vacaciones o situaciones así. El motivo de ese pensamiento, hasta ahora no lo sé
Bueno. Seguimos en el mercado. Ya es como las 6.00 pm. Estábamos rumbo a la peluquería para cambiar el estilo de cabello de mi madre a ondulado. Como la de mi tía. Aquella peluquera muy amable y tenía como de 45 años, casi la misma edad de mi mamá, con un aspecto poco admirable como para su oficio. El local lleno de plantas artificiales colocadas como adornos en las paredes y barias fotografías viejas de cartulinas con imágenes de actrices o cantantes famosos con peinados diferentes. Como dando a referencia que de esa manera quedaría su cliente luego de su servicio.
Pero en fin, llegó el momento en que la estilista tocaba el cabello de mi madre y observándola minuciosamente como insinuando que tipo de ruleros utilizaría para el ensortijamiento de la cabellera. Ella. Mi madre nos miraba tras el espejo, sonriéndonos y con una mirada transmitiendo lo mucho que nos ama.
Al son de la música del grupo cumbianbero “Hermanos Yaipén”, tarareada por la cosmetóloga y a la vez haciendo su trabajo.
Mi padre, hermana y yo, mirando revistas mientras tanto y esperando por el lapso de casi dos horas, moviendo el pie de arriba hacia abajo como señal de impaciencia hasta que terminara el gran cambio de la pequeña melena de mi adorada señora que me dio la vida. El cambio de Look nos costó s/. 20.00
Pero en realidad, esta tan hermosa como todos los días, solo que con un toque adicional. Es que nunca antes se había cambiado el cabello a ese modo. Siempre fue natural. Es como esas madres hogareñas, que se dedican a cuidar a los hijos y esposo, limpiar la casa, preparar la comida, lavar la ropa al son de las canciones de José José, Camilo Sesto, Raphael; claro no podría faltar su cantante favorito Miguel Gallardo. Por los fines de semana trabajar como empleada de hogar en San Borja. De esas que cuando es tu cumpleaños te levanta con un beso y desearte lo mejor en esta vida, que te trae el desayuno en la cama después de un arduo trabajo de la universidad, quien cuando llegabas tarde de estudiar, te tenía el taper caliente con la comida, envuelta por chompas y en la cama con las frazadas. Por las noches, prepararte una infusión bien caliente para calmar el frío del cuerpo. Y cuando le regalabas algo por su día o fechas célebres, lo conservaba muy bien.
Llegaría la hora de embarcarla y acompañarla al aeropuerto. Tomamos un taxi, color blanco, que como volante era un señor cerca de los 55 años. Nos cobró algo de s/. 30.00, que comprendía el tramo San Juan de Lurigancho – callao.
Adelante del asiento mi papá y mamá. Atrás, mi tía. Quien le había propuesto lo del viaje. Mi hermana y yo.
Casi las 8.00 pm Cruzamos las puertas de vidrio que nos llevaba a la sala de espera. Todos los asientos estaban ocupados por gente de buena clase social. Limeños “pitucos”, gente de negocios, turistas, gente de la selva, norte y sierra. Según escuchaba sus conversaciones por pura casualidad, estos últimos viajaban al interior del país por vacaciones. Los primeros, para visitar a sus padres en el exterior, o también estudiar post grado, y pues la gente negociante… ese es su estilo de vida. Así es su trabajo.
Mi mamá y tía se fueron no se a donde, pero algo indicaron que practicarían el saludo y como seria la recepción de los documentos a la hora de acercarse donde la señorita que atendía esos asuntos.
Mi papá por su parte se fue a comprar un ramo de rosas sin que mi madre se diera cuenta. Solo quedamos mi hermana y yo, que ya habíamos cogido un par de asientos. Esperamos como 30 minutos y mi padre llegó, empero mi mamá aun no. Seguimos esperándolas angustiados que había pasado con ellas.
Pasaron 50 minutos y ambas llegaron diciendo que todo ya estaba listo, solo faltaba ir donde la sala de migraciones para ya despedirnos de ella y tomara su vuelo rumbo a Roma, exactamente en la localidad de Cipre.
Las dos se habían ido sin decir nada, en aquel centro de atención del aeropuerto, donde tendrías que dejar todos los documentos y así te permitan continuar con el viaje.
Según mi mamá, le dijeron que cuando presentó los papeles donde estaría la foto de la verdadera persona. Mi tia, pues le dijeron que ella no era la misma de la fotografía. Mi madre tarareó, estuvo sudando un poco y la señora que la atendió, se fue donde otra cabina para consultar ello. Mi mamá ya estaba resignada. Todos sabían que eso era un riesgo total, ya que si se descubría la verdad, mi mamá iría a la cárcel. Ella casi se pone a llorar, pero regresó la jovencita y le sello los papeles, le dijo que pasara al área de migraciones en donde su vuelo saldría a las 9.30 pm. Entonces todos nos contentamos y más tranquilos subimos al segundo nivel hacia donde nos habían indicado. Eso si fue como un milagro pues una semana antes se mostró en las noticias que una mujer fue detenida por salir ilegalmente del país. Incluso hay personas que ya están afuera y son deportadas. La fianza mínima que ofrece un centro de detención de inmigrantes es de $ 1500. Muchas personas utilizan a especialistas en fianzas para pagar sus bonos. Estos individuos no son asociados a la corte y por lo general cobran una cuota de entre 10% – 15% por el uso de garantías para asegurar la fianza. Un bono de fianza es un contrato el Estado, el acusado y un Fiador de Fianzas. Este contrato permite que el acusado sea descargado de la cárcel (no vaya a la cárcel).
Se anunciaba por el micrófono que el vuelo para Roma ya estaba a punto de salir y que fueran entrando hacia otra área, donde la llevaría al avión con destino a Italia.
Pues llegó el momento de la despedida.
Mi mamá empezó a llorar desconsoladamente que ya ni siquiera podía pronunciar bien las palabras que quería decirnos. Toda la gente nos miraba. A los demás se les hacia fácil despedirse. Pareciera que eso ocurre en ellos con mucha frecuencia.
Pero en mi caso no. La mujer que me había dado la vida se estaba por ir por sabe cuántos años. Hasta que regularice sus papeles y venirse a su país natal.
No pensé que la primera vez que conocería el aeropuerto, fuera el día en que me despidiera de mi mamá. Tras un largo viaje hacia Italia – Roma.